miércoles, 27 de marzo de 2013

Sobre el Despiste (Extracto)

Mis palabras son tan holgazanas y desidiosas que se obstruyen unas a otras queriendo decir cualquier cosa, queriendo pensar o recordar algo significativo, están tan próximas al nihilismo, a los oscuros rincones de mi existencialista red de neuronas, me pregunto ¿cómo las devuelvo de sus vacaciones, de su descanso, de su parrandera vida? Duermen sin que yo pueda hacer nada.          

La disidente simpatía que tengo por la estupidez, me recuerda la animalidad de mi persona, la bobeidad cínica de quien está más próximo al cacicazgo de las ideas abruptas, soy un monopolizador de la estulta espontaneidad, de la estolidez racional, lógica, estructural, bien pensada, bonita, esa que puede sin tanto esfuerzo ni enfado generar risotadas que alimenten el círculo vicioso.

Soy víctima de los días aciagos, aburridos, soy esclavo del ocio, del aire de la primavera, de los pechos sudorosos, de las palabras rimbombantes, del sistema escolar, de la poesía existencial, de las aspirinas, los cerebros hinchados, del insomnio activista que me somete. Soy esclavo de mis propios ojos, de las pestañas que me atrapan, amante de mi propia nariz porque a veces no puedo mirar más allá de ella.

La palabra más dulce, más sabia, más inspirada, más brillante se me muere siempre entre los dientes, se queda sin vida como los vampiros porque se desintegra con la luz, se enreda entre la viscosidad de mi lengua y el paladar hundido. La palabra más vacía y ligera, esa siempre ha de aparecer estelarmente entre desaforados y entrópicos deleites, miserable como el tiempo en que nace, crece y luego muere, sin ningún destino, pisando fuerte hasta quedar enterrada en los recuerdos de otros, pero no en los míos. 

Soy un hombre distraído y despistado, me reconozco tal cual, y me río singularmente de quienes lo son, pero les cuesta aceptar que se encuentran entre las masas de pensamiento impreciso o pueril ¿Por qué no habría de valer igual que el raciocinio desmedido? A fin de cuentas, miren hasta dónde nos ha llevado. Una vida sin tanto pasto en la cabeza tiene amplios y eudemónicos potenciales, no hay mejor terapia, conversión y sanidad, que aprender a reírse de lo estúpido que puede ser uno.
           
Daniel Vargas 
Martes, 20 de marzo de 2012.

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