martes, 27 de agosto de 2013

Mi dulce dolor de muelas

Tuve un dulce dolor de muelas que me duró casi 12 años, que me agrietó desde el nervio dental, pasó por mi espina dorsal y dobló mis metatarsianos. Era tan intenso que retumbaba en las paredes y mi familia se angustiaba. Yo la verdad lo disfrutraba, sentía una especie de extraño placer mientras mi lengua se frotaba con mis molares y bebía mi propia sangre. ¡Qué lindos ojos tenía el dolor más intenso! Ninguna dentista pudo aliviar las noches largas, ni los gritos que el silencio provocaba dentro de mi boca, algunas dosis de morfina sin efecto, algunos trucos de magia de magos obsoletos y olvidados, un par de refugios llenos de ratones de los dientes y uno que otro gato, pero nada. Un día, así nada más, el dolor cedió, se escondió, se fue, se desterró o lo desterré, yo que sé, ahora ya no duele sonreír, ¡Por fin! Creo que tendré que sacarme la muela por si algún día decide regresar.




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