martes, 24 de abril de 2018

Traducciones


Estamos intentado decirle a las cosas lo que el tiempo no sabe decir porque cuando habla todo se corroe, las esquinas se arrugan, se doblan, palidecen o se manchan. Estamos hablándole a los hijos que no crecieron, a nuestro muertos, porque no supimos decir con claridad y a tiempo las palabras correctas, se nos escondieron en las torres del silencio, de la vergüenza o el sometimiento. Vaya que ha sido un largo intentar. 

Estamos tratando de adivinar sus señales, sus lenguajes, sus conceptos sobre la racionada razón de nuestros insuficientes esfuerzos por hacerles la vida más cómoda, más ligera. Un vida digna para ustedes a pesar de nuestra enfermedad y cansancio. Disfrútenlo, aunque no sepan comprenderlo (ni agradecerlo).

Estamos tratando de explicar, en lenguaje pobre, cómo diablos es que acá no llega el progreso, ni el desarrollo, ni las cifras, ni las estadísticas, esas cosas que no queremos ni nos interesan. Intentamos decirles, hablándole a las piedras, que no estamos jodidos por huevones. También, han de saber que acá las revoluciones colectivas y sus insípidas teorías no llegan, están pensadas para usarse en carretera, su aparatosa tecnología de comunicación pronta e instantánea no nos alcanza. Acá tenemos que caminar horas. Pero cómo se les tiene que decir para que lo comprendan. 

Deseamos poder comunicarnos en algún lenguaje que los gigantes (raciales, económicos, morales, intelectuales, estéticos, eclesiales, marinos, espaciales, mil veces malditos, etc.) puedan comprender. No para reclamarles sus afanes y su megalomanía, sino para decirles que no, que no los necesitamos. Háganos un favor y de pronto mire para abajo, quizá no es cuestión de lenguaje sino de altura. Quizá, quién sabe, yo no sé. 

Octubre 2017

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