martes, 24 de abril de 2018

En la curva del olvido



Toda tangente, sin voltear a verlos, toca sus nombres escritos en círculos. Mal escritos están porque no han tenido tiempo, porque han huido antes de que los alcance el desprecio y la pálida superioridad. La enfermedad del deseo. La razón de la barbarie y sus múltiples, siempre firmes, pretextos. 

En la curva del olvido todo es invisible, ínfimo, inútil, inservible, desechable. Es fácil seguir, dar la vuelta, volver al mismo lugar y continuar sin ver, ni escuchar las voces que repiten las letras de sus registros. 

Piden un espacio compartido. Piden encontrar a sus hijos mutilados. Ni siquiera piden ser tomados en cuenta, sólo quieren que la vida deje de serles hostil, sólo quieren que nos vayamos, que los dejemos en paz. 

De tiempo en tiempo, regresan para recordar el miedo que nos produce la diferencia, la anormalidad, la fealdad de las pieles que no se ajustan a la estética corriente, que nos viene de fuera, de lejos, de donde ni siquiera imaginamos.

En la curva del olvido los pisos son de tierra y se caminan descalzos, el monte huele a aguajes, a frutas, a presencia, a estiércol, a sacrificios. 

La circunferencia está incompleta, la hemos hecho plana con la necedad de nuestra grandilocuencia, su pequeñez nos molesta, nos molesta más sabernos infinitamente dispensables, contingentes, ínfimos, mortales. Ciegos y sin memoria. 

Rompimos el círculo. Con cantos y llantos, con sobrada humanidad, con el algoritmo de nuestra pronta conquista. Terminamos con todo, lo queremos todo, aunque nos olvidemos pronto al tenerlo. Cero y cien son iguales. 


18 de Octubre de 2017

No hay comentarios :

Publicar un comentario